ARTE Y JARDINERIA Diseño de jardines
Como utilizar el riego de una forma responsable en el jardín siendo solidarios con la Sostenibilidad del Planeta
Suprimir el riego: ¿una utopía?
Regar
es una de las actividades más frecuentes del jardinero. Tanto en el huerto como
en el jardín, las plantas elegidas no están en su medio natural, por lo que el
aporte de agua debe ser, en la mayoría de los casos, más regular y abundante que
el que proporciona la lluvia, que escasea en determinadas estaciones o, a
veces, durante todo el año.
Conviene
observar las plantas y procurar que no les falten agua y nutrientes para que
puedan desarrollarse de forma óptima y armoniosa, especialmente en el momento
de plantarlas. A menudo, las plantas elegidas necesitan un suelo fresco que
proporcione a las raíces esos elementos.
A
lo largo del tiempo, los jardineros han tomado conciencia, al tener en cuenta
ciertas sorpresas en forma de calor excesivo, de que es necesario variar el
tratamiento que se da a las plantas para evitar quemarlas sistemáticamente.
No
es necesario ser alarmistas, aunque hay que reconocer que el clima está
sufriendo variaciones que no siempre permiten aplicar los proverbios que antaño
guiaban la sabiduría del jardinero. Generalmente, el agua de lluvia acaba
llegando, aunque, ciertamente, en algunos lugares es más escasa que en otros y
resulta muy costosa de obtener, si bien no llega o faltar del todo. Sin embargo,
existen soluciones, que van desde seguir sencillas actuaciones y técnicas
milenarias hasta aplicar sistemas informáticos muy elaborados, para evitar el
despilfarro que supone por ejemplo el riego automático del césped, que hoy en
día es insostenible en muchos lugares. Las soluciones existen.
Lo que no debe hacerse
– nunca ha de elegir plantas que no se adaptan a las características del suelo
ni al clima de su región.
Lo que debe hacerse
– regar cuando sea necesario. Es inútil pretender compensar con el riego diario
las pérdidas por evapotranspiración de las plantas: esto las debilita de cara a
una eventual sequia, hace aumentar desmesuradamente el consumo de agua y
provoca la pérdida de los nutrientes del suelo.
Cómo saber cuándo es
necesario
– realice una prueba muy sencilla: hunda en el suelo un bastón hasta una
profundidad de 30 cm y después retírelo. Si lo saca con tierra adherida, el
riego puede esperar, si sale sin restos de tierra, es necesario regar. Otras señales
pueden apreciarse a simple vista: ¿se reblandecen las hojas?, ¿la planta pierde
vigor? – estos son signos de que está a punto de marchitarse. La planta sufre y
no dispone ni de suficiente energía ni de agua: el riego es inaplazable.
Cómo saber si el
riego es suficiente
– la necesidad de agua que tienen las plantas depende de numerosos factores
(naturaleza del suelo, capacidad de retención, exposición al sol,
precipitación, etc.). El riego es, finalmente, un proceso empírico. Sepa que,
grosso modo, se pueden llegar a utilizar unos diez litros de agua por metro
cuadrado de jardín una vez por semana. Como el objetivo es la disminución
progresiva del riego, enseguida se dará cuenta de cómo reaccionar las plantas
que disponen de un acolchado a la sequia, por lo que podrá adaptar la
frecuencia del riego y la cantidad de agua.
Regar en el momento adecuado
No
debe regar nunca en los momentos de más calor. Al contrario, elija las horas
más frescas del día, ya sea por la mañana, antes de que el sol caliente
demasiado, o por la tarde, después de que se haya puesto, o incluso por la
noche (si dispone de un programador). De esta forma, las plantas notarán menos
el estrés hídrico provocado por la diferencia de temperatura entre el agua y el
aire, y no corren el riesgo de quemarse por la reverberación producida por el
agua que queda sobre las hojas.
Potencie
los riesgos abundantes pero espaciados, que estimulan a las plantas a buscar el
agua profundamente, y hágalo con lentitud para evitar la formación de escorrentías.
Es
claramente preferible regar en el pie de las plantas porque conduce
directamente el agua hacia el sistema radical y limita la proliferación de
enfermedades criptógamas. También se puede canalizar el agua directamente hacia
el sistema radical con la ayuda de un pequeño tubo de drenaje.
El riego manual – la
regadera
Si
dispone de un jardín pequeño con un número relativamente escaso de plantas para
regar, nada le impide seguir utilizando su vieja regadera. Encontrará en las
tiendas regaderas de plásticos o de acero galvanizado de diversos tamaños según
sus necesidades. Una boca con numerosos orificios permite un riego muy suave.
Antes
de regar, deje que el agua se caliente un poco para no provocar estrés hídrico,
que resulta nefasto para las plantas. También muchos jardineros prefieren
utilizar la manguera para regar, y es comprensible.
La manguera de riego
o presión
Existen
muchas clases de mangueras de calidades distintas: el modelo más sencillo no
posee armazón y esto le impide resistir bien la presión y las torsiones. Es preferible
gastar un poco más y elegir una manguera reforzada (formada por diversas capas)
y trenzada, ya que la malla le da mayor resistencia.
Los
diámetros son universales para la utilización en jardines particulares, de 15 a
19 mm. Generalmente una manguera de 20 metros es suficiente, pero se pueden
conseguir de todas las medidas.
El
riego con manguera presenta muchas ventajas: es fácil de instalar y de
utilizar, y es multifuncional: diferentes boquillas permiten diversos tipos de
riego: con pistola o con lanza (consigue un riego muy fino, atomizado o de
flujo concentrado) o bien con aspersor, oscilante o giratorio. Conviene saber,
no obstante, que el riego por aspersión suele ser menos eficaz que el riego al
pie.
El riego automático
La automatización de una red de
riego es una solución tentadora por más de un motivo:
- Evita la siempre enojosa manipulación de mangueras
- Permite ganar tiempo
- Irse de vacaciones tranquilamente
- Nos ayuda a conseguir un interesante ahorro de agua
- Este sistema no llega a eliminar el riego, pero es mucho más sostenible que los anteriores.
Cómo funciona el riego automático
Un
programador (a pilas y directamente aplicado sobre el adaptador del grifo para
un riego del tipo subterráneo) dará la orden, a la hora que usted haya elegido
y durante el tiempo deseado, para que se abran las electroválvulas que
permitirán el paso del agua por la red.
Cada
red corresponde a un tipo de riego específico. Por ejemplo, habrá una para los
chorros fijos y otra para la microirrigación.
¿Por
qué? Porque la presión y el caudal no son los mismos en todas las redes;
funcionarán de forma sucesiva. La duración del riego es fija, pero en algunos
sistemas muy sofisticados, el programador está unido a una sonda instalada en
el suelo, de manera que mide la tasa de humedad y, si esta es suficiente, el
riego automático no se lleva a cabo.
Lo
ideal sería programarlo para regar a última hora de la tarde o, mejor aún, por
la noche, hacia las 3 o las 4 de la madrugada.
La microirrigación
La
microirrigación es un sistema que permite transportar el agua directamente al
pie de las plantas con mangueras de goteros o microaspersores. Este sistema
puede ponerse en marcha de forma manual o mediante un programador que hay que
instalar con anterioridad.
La
microirrigación es una forma de riego muy interesante porque reduce entre un 30
y un 50% el consumo de agua y, por tanto, los costes.
Es
ideal para utilizar en árboles, setos, macizos de flores y en huertos. El sistema
tiene también la ventaja de no mojar las hojas y reduce así la aparición de
enfermedades criptógamas.
La
instalación es relativamente sencilla. Sin embargo, es preferible elaborar, en
un papel milimetrado, un plano a pequeña escala al que se trasladarán las
dimensiones de la zona que desea equipar, en el que dibujaremos también el
recorrido de las mangueras, el emplazamiento de la alimentación de agua, etc.
De este modo podrá calcular de forma precisa los metros de manguera y valorar
el material que va a necesitar.
Fuente: Regar sin malgastar
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