ARTE Y JARDINERÍA DISEÑO DE JARDINES
CÉSPED Y MEDIOAMBIENTE:
CRITERIOS MEDIOAMBIENTALES PARA LA PLANIFICACIÓN, DISEÑO, CONSTRUCCIÓN Y MANTENIMIENTO DE LOS ESPACIOS ENCESPADOS.
No hace falta explicar en detalle que las zonas verdes urbanas representan un capítulo importante en la calidad ambiental de las ciudades. Estas zonas verdes, públicas o privadas, como se sabe prestan muchos beneficios al ciudadano: intervienen reduciendo las temperaturas, sirven de antipolucionantes, disminuyen los ruidos, son utilizadas en numerosas actividades, etc.
El diseño, la construcción y el mantenimiento de las zonas cespitosas, al igual que puede suceder con otros elementos, componentes también de los espacios verdes públicos y privados de las ciudades (árboles, arbustos, etc.), van a tener cierta importancia en el aprovechamiento funcional de estos espacios y sobre el medioambiente. Por ello debemos diferenciar la función principal de la zona cespitosa, pudiendo existir céspedes, que aunque con
una finalidad primordialmente ornamental, pueden ser utilizados intensamente por lo que debería poseer unas características y requerimientos determinados, en cuanto a su diseño, construcción y mantenimiento se refiere; pudiendo el usuario de este modo disfrutar o aprovechar satisfactoriamente todos los beneficios que el césped ofrece en potencia.
Podemos encontrarnos con céspedes cuyo uso principal no requiera una calidad alta y muestren pocas exigencias, teniendo por ello unos mínimos de necesidades en cuanto a su mantenimiento, considerando no obstante algunos criterios básicos (principalmente clase de suelo y selección de especies) para cometer su establecimiento y aprovechar de igual modo algunos o todos los
beneficios que el césped nos brinda… En cualquier caso debemos considerar ese grado de calidad deseado, que debería estar relacionado con la funcionalidad de la zona, y alcanzarlo racionalmente.
Desde el año 1830, cuando el ingeniero mecánico Edwin Budding
ideara una cortadora de hierba, la actividad que gira en torno al césped comenzó a ser considerada como generadora de riqueza. Podríamos realizar un estudio sobre la superficie destinada a césped que en nuestro país existe, sería interesante. Nos encontraríamos con miles de hectáreas que englobarían a céspedes en parques y jardines públicos y privados, terrenos deportivos, carreteras… y que de algún modo, y como ya hemos comentado, pueden requerir fertilizantes, fitosanitarios, maquinarias, semillas, sistemas de riego,
constructoras, diseñadores, etc.
Céspedes que, al igual que otro cultivo agrícola, nos pueden generar beneficios de muy distinta índole pero que también y según las exigencias de uso, nos reclaman una serie de actuaciones, en mayor o menor medida, para alcanzarlos.
Es reconocida la importancia que los céspedes tienen en ciertos sectores en muchos países, no sólo por los beneficios que éstos aportan directamente a las personas sino también por el montante económico que se genera en cualquiera de las actividades productivas en las que su presencia es factor limitante.
Así, por ejemplo, los campos de golf (aunque podríamos tomar otra actividad generadora de beneficios en la que el césped ocupara determinado porcentaje de su base territorial) ofrecen como tales,
y entre otros beneficios, una mejora en la calidad e imagen de la oferta turística. Recordemos que este deporte viene generando anualmente unos ingresos, directos, cercanos a los 1.800 millones de euros en Andalucia. Esta cantidad alzanza 3.000-3.500 millones si se cuentan los generados por la actividad vinculada al turismo del golf.
Son muchos los beneficios que estas superficies deportivas tiene sobre el medio ambiente. De éste modo la ubicación de un campo de golf ha mejorado la calidad paisajística de la zona, que bien podía haber quedado como vertedero o perpetuo erial.
Incluso dentro de un núcleo urbano, estas superficies han realzado con su establecimiento el entorno, desde el punto de vista estético y urbanístico. O en cualquier caso, si el campo de golf está situado en un medio rural, podemos pensar que éstos también, la mayoría
de las veces han mejorado el paisaje, que suele estar de por si bastante antropificado, al tratarse de terrenos, en un gran porcentaje, con escaso valor agrícola.
Contribuyendo también en un gran número de instalaciones, que en dichos espacios se realicen repoblaciones forestales y se alcance una integración conjunta con el arbolado autóctono, si en cualquier caso lo hubiera, evitando los riesgos de erosión e incendio de zonas especialmente sensibles; y siendo en su conjunto, tanto en el medio urbano como en el rústico, un refugio para el hábitat de la avifauna. Incluso estos espacios encespados pueden servir como iniciativa para la acometida de proyectos de reciclaje de aguas residuales, gracias a la reutilización de éstas para el riego del campo, evitando con esto los vertidos a los ríos o al mar.
Pero también toda instalación o/y manejo de las superficies cespitosas (aunque bien podíamos generalizar, y referenciar otros cultivos), puede registrar impactos medioambientales. Para evitar esto se deben tener en cuenta algunas consideraciones ambientales, que contempladas adecuadamente alcancen un equilibrio entre la calidad de las obras y actuaciones y el medioambiente.
Así en la construcción se pueden considerar ciertos procedimientos
que van a evitar que surjan impactos que afecten, por ejemplo, al
suelo (pérdidas de suelos), a la vegetación (eliminación de especies autóctonas o introducción de especies alóctonas), a la hidrología (modificaciones del régimen de recargas de acuíferos y escorrentías), etc. Y del mismo modo se preveen, con el ánimo de controlarlas o corregirlas, ciertas acciones debidas al mantenimiento que directa o indirectamente pueden afectar al medio: impactando sobre la fauna, la flora silvestre, las aguas o las mismas personas
debido al uso de productos fitosanitarios; inadecuado uso del agua de riego; manejo incorrecto de fertilizantes.
De alguna forma se deben considerar una serie de prácticas o actuaciones agroambientales con el fin de alcanzar una serie de objetivos (reducir la contaminación de diferente origen,
conservar y mejorar el medio, utilizar racionalmente los insumos o
recursos, etc.).
Todo esto con la finalidad de integrar ambientalmente estas
superficies encespadas y la explotación de instalaciones; aunque, y repito, bien podemos hacerlo extensible a cualquier otro “cultivo” o práctica ya sea para uso ornamental, agrícola o forestal. (Pensemos por ejemplo, que la agricultura, propiamente dicha, es una gran consumidoras de insumos, y en sus formas más intensas se considera como una actividad que puede contaminar el aire y el agua, deteriorar los suelos y empobrecer la biodiversidad de la naturaleza.
Todos sabemos que la agricultura de regadíos utiliza cerca del 80% del agua embalsada en España).
El Sistema de Gestión Medioambiental
El Sistema de Gestión Medioambiental (SGMA), es una
herramienta que se puede utilizar para la prevención, ya que puede reducir y eliminar los impactos medioambientales perjudiciales que pueden ser ocasionados, en este caso, por la actividad que genera la construcción y mantenimiento de grandes construcciones encespadas y que necesita alcanzar cierta calidad; y que según la norma ISO-14001, constituye la parte del sistema de gestión
global de una organización que incluye la estructura organizativa, la planificación de las operaciones, las responsabilidades, las prácticas, los procedimientos, los procesos y los recursos para desarrollar, implantar, llevar a efecto, revisar y mantener al día la política medioambiental.
Son tres las razones principales que pueden determinar la necesidad de una gestión medioambiental en una gran extensión encespada. Primera, la existencia de una normativa en vigencia.
Segunda, la concienciación por parte de sus responsables.
Y tercera, el progresivo rechazo de la sociedad hacia las actividades y productos que degradan el medioambiente.
Para implantar este modelo de actuación se puede empezar considerando, y reconociendo, todos los aspectos edioambientales, tanto directos como indirectos, derivados de la propia actividad. De este modo se puede incluir como directos: La generación de recursos (como pueden ser los originados por los envases de productos fitosanitarios, fertilizantes, nutrientes, etc.), la basura de diverso origen, los aceites usados de la maquinaria, las baterías usadas, los restos vegetales, etc.; la generación de efluentes líquidos, como aguas residuales, aguas de drenaje, etc.; las emisiones de gases o humos al aire, debido a funcionamiento de calderas o maquinarias y vehículos, quema de restos de poda o de basuras, etc.; uso de la energía, uso del agua; riesgos de derrames o fugas de combustibles y de productos fitosanitarios o agroquímicos; aplicaciones excesivas de productos fitosanitarios o fertilizantes.
Y, del mismo modo, se pueden considerar como aspectos
medioambientales indirectos: La contaminación de aguas superficiales y subterráneas, la contaminación del suelo, etc.
Es necesario determinar la importancia de los impactos, si los hubiera, aunque sea potencialmente; con este fin se valoran. Se pueden considerar una serie de características medioambientales y económicas: Severidad, gravedad y duración del impacto, probabilidad de ocurrencia, potencial incumplimiento de legislación, dificultad y coste de erradicar o modificar el impacto,
etc.
Una vez determinada la importancia de los impactos se seleccionan
aquellos que se consideren más significativos y se procede a registrarlos.
Pasando posteriormente a la evaluación y diagnóstico que pondrá de manifiesto los puntos débiles y fuertes de la gestión medioambiental existente.
Entidades públicas y privadas, han mostrado, y muestran el interés por estos criterios de conservación y así han surgido iniciativas por parte la Consejería de Medioambiente y la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía o por la propia Federación Andaluza de Golf, que favorecen, sin duda, la materialización de proyectos relacionados con la gestión medioambiental de grandes espacios encespados.
Hoy en día es cada vez más frecuente encontrar grandes superficies cespitosas en las que sus responsables han adquirido el compromiso de realizar las actividades respetando el medioambiente mediante una política que constituye, o va a constituir, el punto de partida para la implantación de un SGMA.
La política medioambiental, en este caso, va a formar el documento
sobre el que se establece los objetivos medioambientales, y que puede incluir compromisos de diferente índole (cumplimiento de la legislación y reglamentación medioambiental, realizar la actividades de manera que se minimicen o se eviten los impactos sobre el medio ambiente, fomentar en los cuidadores el sentido de la responsabilidad en relación con el medio ambiente, obtener de la administración las autorizaciones necesarias para vertidos de aguas residuales, etc., etc.)
Esta política en la mayoría de los casos se puede materializar a través de unos objetivos ya establecidos. En principio estos objetivos se pueden identificar con la propia rentabilidad de
las actuaciones (reducción del consumo de recursos, cambio de imagen más atractiva, diseños funcionales y prácticos, etc.) Para conseguir estos objetivos se han de establecer unas metas que se puedan evaluar (por ejemplo, si el objetivo es la reducción del consumo de un recurso como podría ser el agua, la meta sería alcanzar una reducción del 10 ó 15 por ciento del consumo de agua anual).
Para desarrollar este sistema de gestión medioambiental, es
necesario, entre otras cosas, que los responsables de estas superficies posean, además de un gran interés en el proyecto, una determinada preparación técnica que combine los muchos y variados parámetros que su instalación y mantenimiento requieren, no sólo con el fin de alcanzar el punto de equilibrio entre calidad y funcionalidad, sino que la gestión medioambiental sea un éxito, y
así el sistema instaurado sea un modelo a imitar por otras explotaciones, tanto ornamentales como deportivas.
Igualmente la efectividad en la implantación del sistema de gestión medioambiental (SGMA) exigirá, además de la sensibilización del personal y la disposición de determinados recursos, la existencia de unas auditorias que ayuden a detectar los posibles problemas que pueden surgir durante el desarrollo del propio proyecto, y a la vez que posibiliten la toma de decisiones para solucionarlos; e igualmente comprobar que el SGMA está consiguiendo las metas que se marcaron inicialmente.
Algunas prácticas medioambientales
No vamos a profundizar en los sistemas de gestión, en cualquier caso podemos consultar obras especializadas. Si lo que deseamos es llevar a cabo unas buenas prácticas en la gestión de nuestro césped, podemos empezar recordando que las superficies cespitosas deben ser consideradas y contempladas con ciertas exigencias cualitativas en determinadas fases del diseño y construcción, no truncando con ello, en cierto grado, el potencial de utilidad que nos ofrecen.
Y su posterior mantenimiento debe ser realizado con determinados criterios para alcanzar una optimización de todas las actuaciones
que con determinados fines se puedan acometer. Actuaciones que
como el riego y el uso de fertilizantes o productos fitosanitarios, como más importantes, se pueden encontrar sin un respaldo técnico que, entre otras, avale la correcta aplicación que el usuario de estos medios pueda realizar con ellos en el césped; considerando siempre los fines principales por los cuales el césped fue instalado, así como el grado de calidad deseado, y sin que por ello el empleo de éstos y otros medios de producción afecten negativamente, y de algún modo y grado, al medio ambiente.
Fuente: Manejo de céspedes con bajo mantenimiento en agua.
Consejería de Agricultura y pesca de la Junta de Andalucía.
Rafael J. Monje Jiménez.
Gran profesor Rafael. Me ha dado mucha alegria encontrar un articulo suyo por la red.
ResponderEliminarBuenos días María, hay preparados unos 9 artículos de él. En la sección césped ya hay publicado dos. Si lo deseas hazte suscriptora y recibirás todas las actualizaciones. Muchas gracias por tu atención.
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