El
enorme atractivo de los Bonsáis reside en diferentes aspectos de su morfología.
Si el porte y el follaje son aspectos apreciables y destacables en cada
ejemplar, aquellas especies que durante las estaciones favorables del año presentan
una floración abundante y repleta de color, o bien adornan sus tallos en otoño
con frutos de valiosas cualidades ornamentales y culinarias, resultan
indispensables para disfrutar plenamente de la hermosura de los mismos.
La
presencia de flores o frutos en las ramas de los minúsculos ejemplares de
árboles y arbustos plantados en maceta, supone un aliciente para dedicarse a
practicar su cultivo, intentando reproducir las mismas condiciones que precisan
para florecer y fructificar en estado natural. Esta posibilidad en ocasiones
resulta muy favorecedora, ya que en determinadas especies la floración está
estrechamente relacionada a la fructificación, y ambas pueden disfrutarse en el
mismo ejemplar, como dos cualidades que proporcionan a las plantas ornamentales
mayores cotas de belleza y hermosura. Aún cuando esta circunstancia supone una
ventaja de incalculable valor para el cultivador, no conviene olvidar que los
requerimientos en cuanto a aporte adicional de abono y mantenimiento, tanto
vegetativo como estético, se incrementan en cierta medida.
Bonsáis de flor
Los
requerimientos en este tipo de bonsáis son algo superiores al resto, pues para
cada ejemplar la producción de flores supone un esfuerzo y, por tanto, un
agotamiento adicional, que se debe tener muy en cuenta a la hora de iniciar su
cultivo.
De
forma habitual requieren posiciones soleadas y al cobijo de las bajas
temperaturas invernales, suelos cargados de nutrientes y un aporte de agua
regular. En el apartado de trasplante no conviene que se retrase más de dos
años, pues además de empobrecerse el sustrato, las raíces acostumbran a
necesitar una poda que provoque su regeneración.
Las
labores de limpieza suelen ser más frecuentes, ya que los pétalos que caen
sobre la superficie de cultivo pueden favorecer la proliferación de hongos,
sobre todo en ambientes algo húmedos y calurosos. Para el mantenimiento
estético es posible recurrir a cualquier técnica, respetando siempre las épocas
más delicadas para la planta; es decir, cuando se encuentra en todo el apogeo
de la floración.
Bonsáis de fruto
Este
tipo de bonsáis necesitan unas labores de mantenimiento algo especiales debido
a su condición, máxime en aquellas especies que producen grandes cantidades de
frutos. En dichos casos es preciso aclarar las ramas antes de que estos maduren
por completo, con objeto de evitar el agotamiento innecesario del ejemplar,
además de resultar una medida recomendable para descargar de peso a las mismas.
La ubicación en un lugar no demasiado soleado durante el proceso de
fructificación puede ser una decisión muy acertada para mantener los frutos en
las ramas el mayor tiempo posible, lo que proporciona un elemento de adorno de
considerable valor estético, sin que alcancen un desarrollo desmesurado. El
aporte de abono es imprescindible, teniéndolo que mantener de forma regular
durante el período de desarrollo, así como realizar el trasplante y la poda de
raíces todos los años, condición indispensable para que la planta disponga de
una renovación y una regeneración apropiada del sistema radicular, de modo que
cada temporada fructifique abundantemente y sin sufrir ningún problema. Como
dato importante, cabe destacar que en el apartado de plagas y enfermedades la
vigilancia ha de ser más estrecha, debido a que estos ejemplares representan un
suculento manjar para todo tipo de organismos patógenos, especialmente al
comienzo de cada temporada, cuando los jugosos brotes comienzan a despuntar.
Fuente: Bonsáis
Ornamentales
Editorial LIBSA
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