ARTE Y JARDINERÍA DISEÑO DE JARDINES
Consejos en el Jardín de sombras
Podría escribirse un libro entero de sugerencias
adaptadas a los distintos tipos de sombras en el jardín y aun así seguramente
no se recogería el amplio abanico de posibilidades existentes para su diseño.
Los consejos que ofrecemos aquí remiten
principalmente a los sectores ajardinados típicos.
No obstante, buena parte de ellos pueden
extrapolarse sin dificultad a otras zonas no descritas, como puede ser al
jardín delantero o a los lugares soleados destinados al ocio.
a la sombra del
bosque
En el sector arbóreo, tanto entre los solidarios
como al lado de los arbustos que crecen juntos, o bien al pie de los setos
siempre hay alguna zona poco satisfactoria, donde cualquier intento por
reverdecerla ha resultado vano.
Cuando ocurre tal cosa, cabe preguntarse si merece
la pena empeñarse a toda costa en plantar algo.
Sobre todo en sectores apartados del terreno, tal
vez sería mejor dejar algunas zonas sin vegetación bajo las coníferas o
cubrirlas con algunas plantas
silvestres, siempre que éstas no se internen en
otros sectores del jardín.
Además, estos lugares ‘vírgenes’ pueden ser un
refugio muy valioso para los animales. Los troncos en descomposición, los
montones de leña, hojarasca y piedras ofrecen cobijo a algunos animales útiles
que pueden diezmar considerablemente las colonias de caracoles, gusanos y otras
larvas de insectos. Estos rincones de protección natural situados en las
sombras de la floresta pueden combinarse con otros elementos de diseño como es
el empleo de coberturas de suelos y superficies.
Suelos
verdes y floridos
Junto a los céspedes especiales para zonas sombrías,
también se puede recurrir a numerosas plantas vivaces y arbustos pequeños ya
mencionados para cubrir las zonas situadas bajo los arbustos a modo de una
alfombra verde o florida.
El jardín se torna muy vistoso cuando el lóbrego
entorno de coníferas se ilumina con las florecillas amarillas de la Waldsteinia geoides, el Corydalis lutea o el Hypericum calycinum. Las coberturas de
suelo que mejor se adaptan a las raíces superficiales y a la lluvia de agujas
de abetos y pinos adultos son la Glechoma
hederácea, el Oxalis acetosella y
la hiedra; en lugares luminosos pueden plantarse además mayugas y Geranium macrorbizum, G. sanguineum.
También la Pachysandra crece satisfactoriamente
bajo las coníferas.
Debajo y entre los pinos o cedros, las posibilidades
de elegir coberturas es claramente más amplia; la mayoría de los árboles y
arbustos de copa admite toda la gama de plantas rastreras y vivaces, siempre
que la posición de las sombras y el suelo se ajusten a sus necesidades. Con la Oxalis y el Asarum europaeumse pueden reverdecer incluso las sombras más
espesas. Cuando estas plantas han crecido, al llegar el otoño se pueden colocar
además unos bulbos de flores debajo de los arbustos que pierden las hojas.
Unos grupos dispersos de estrellitas azules o con Eranthis biemalis se extienden con el
tiempo por sí mismas y cada año proporcionan un jaspeado de colores
primaverales.
Entre las plantas rastreras hay que citar sobre todo
la hiedra, que permite resolver todo tipo de problemas. Con ella pueden
cubrirse aquellas zonas de los setos desnudas en la parte inferior y entre sus
retoños puede plantarse también ortiga menor, una clara alternativa a tener en
cuenta cuando se pretende renovar radicalmente los setos.
Muchas plantas rastreras robustas se extienden
vigorosamente mediante
estolones.
No obstante, siempre conviene tener cuidado con esto
cuando se pretende plantar algunas otras en zonas limítrofes o cuando se desea
colocar vivaces, hierbas y helechos algo más altas entre ellas. En caso
necesario, estas últimas no deben verse importunadas por la presión de
crecimiento que ejercen las rastreras, al menos hasta que hayan crecido lo
suficiente. Para grupos de plantas mezcladas y ricas en alternancias situadas
en las sombras del bosque, existen algunos especímenes rastreros tolerantes,
como la Saxifraga umbrosa. También
las familias que se extienden por la superficie por reproducción espontánea son
apropiadas para cubrir zonas donde se ubican vivaces más grandes, como por
ejemplo la prímula (Primula elatior),
la Brunnera macrophilla y la Alchemilla mollis.
Un
punto de atención en la penumbra
En todos los lugares donde haya espacio libre entre
los arbustos se pueden plantar vivaces altas que toleren las sombras, como
aguileñas, acónitos, sello de Salomón, además de Hosta y helechos.
La mayoría son más llamativas cuando se plantan en
pequeños grupos o se combinan con otras especies. Se recomienda ser cometido
incluso en grandes zonas sombrías; unas pocas vivaces colocadas
estratégicamente son más vistosas que un ‘popurrí’ con toda la gama de plantas
para sombra.
Aunque en estas combinaciones las plantas deben
estar más dispersas y no tan juntas como en un arriate, podemos guiarnos por el
principio de la composición en grupo, de tal manera que una especie ornamental
de gran tamaño de flores de larga
duración domine la combinación, que se completaría con unas acompañantes
adecuadas que se adapten bien, así como con unas vivaces de relleno.
Este conjunto puede repetirse después con pequeñas
variaciones en distintos puntos de zonas sombrías. Como ejemplo, valgan estas
dos singulares combinaciones, una de ellas para lugares difíciles entre
coníferas; y otra consistente en una composición que ilumina zonas de sombras
intensas con tonos blancos.
Grupos
de plantas para coníferas: acónito azul o amarillo (Aconitum napelus, A. vulparia) – Actaea pachypoda – Luzula sylvatica –
Blechnum spicant, Adiantum pedatum – Violeta (Viola odorata); entre éstas, se puede plantar la dedalera (Digitalis purpurea) en puntos luminosos.
Grupo
de plantas en blanco: sello de Salomón (Polygonatum commutatum) – Smilacina
racemosa – Hosta sieboldii – campánula de mayo o muguet (Convallaria majalis); en puntos
luminosos anémonas de Japón (híbridos de Anemone
japónica), y para una floración temprana el heleboro negro (Helleborus niger).
En ambas combinaciones pueden destacar también las
atractivas Aruncus
dioicus, si
disponen de espacio suficiente para desarrollarse. Igualmente se adapta bien
esta universal de las sombras con las espléndidas corona de novia (Spireaea), geranios y campánulas. No
obstante, son más vistosas por separado o sólo unas pocas ante un muro verde,
por ejemplo al pie de un grupo de coníferas.
Por último, deberían mencionarse también los
elementos decorativos que crean ambiente en el crepúsculo de árboles y
arbustos, como pueden ser bloques de piedra que con el tiempo se cubran de
hiedra y troncos o raíces de árboles.
Asimismo, un decorativo abrevadero para pájaros o –
si es de nuestro gusto – piedras de imitación y figuras pueden proporcionar una
gran plasticidad al conjunto.
Paisajes boscosos
Con toda esta variedad
de vivaces no deberíamos olvidar las posibilidades que ofrecen los árboles y
arbustos que toleran las sombras.
Se crean pequeños
paisajes boscosos cuando, los arbustos de gran tamaño hacen las veces de
sotobosque y los espacios libres se cubren por ejemplo con anémonas o Allium ursinum.
Las grosellas de los
Alpes, las frambuesas aromáticas o las madreselvas (Lonicera tatarica) también componen un bonito sotobosque. En los
rincones profundos, la imperturbable mahonia puede embellecer las sombras del
bosque y, en lugares luminosos, el torvisco (Daphne) anuncia la llegada de la primavera con flores tempranas.
En el esfuerzo por
embellecer las sombras de la vegetación con vivaces, arbustos y plantas
rastreras, siempre hay que tener en cuenta que se trata de lugares peculiares y
a menudo de plantas algo “silvestres”. Este tipo de conjuntos desarrollan su
propia dinámica y su crecimiento no puede dirigirse con tanta precisión como un
parterre de flores vivaces. Siempre puede uno llevarse buenas y malas
sorpresas, ya que, a pesar de una esmerada elección y de los cuidados del
comienzo, cabe la posibilidad de que algunas vivaces no aguanten. A este
respecto, recordar que, entre los arbustos, los lugares luminosos no son
estables, sino que con el tiempo serán cada vez más sombríos. Sin embargo, a
menudo las vivaces semiumbrías de reproducción espontánea o por estolones,
buscarán por sí mismas si lo necesitan un lugar más prometedor.
Fuente: El jardín de sombra
Joachim Mayer
Editorial Cupula
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