Arte y Jardinería Diseño de Jardines
Primeras labores del huerto
Estamos saliendo del
riguroso invierno, las pulsaciones vitales se aceleran y toda la naturaleza
comienza a dar signos de clara transformación. En primavera todo va muy de
prisa y el horticultor no puede dormirse y aletargarse en la pereza invernal.
El huerto empieza a
despertar y, a pesar de alguna helada tardía y de las posibles lluvias, los
días de buen tiempo primaveral nos animarán a realizar nuevos bancales y a
sembrar o trasplantar en los que preparamos durante el invierno.
En estas fechas, tal
vez tengamos alguno de los bancales con abono verde florecido
(vezas o habas forrajeras), señal de que es el momento de triturarlas y
dejarlas descomponer un tiempo sobre la tierra, integrándolas ligeramente con
labores superficiales cuando presenten un cierto grado de deshidratación. Antes
de la operación de siega o de triturado del abono verde, podemos esparcir una
cierta cantidad de compost – de 1 a 4 kg por m2 – en función del cultivo que
vayamos a realizar en esas parcelas.
Conviene experimentar
la práctica de plantar las matas de tomates, pimientos, berenjenas e incluso
coles o lechugas directamente en los bancales en los que ha sido triturado el
abono verde junto al compost, sin mezclar – o sólo ligeramente – con la tierra
del bancal, dejándolo todo como compostaje en superficie. Recordemos que el 40%
de la masa vegetal que crece en un espacio determinado está compuesto por las
raíces de las plantas; por lo que esas raíces del abono verde en descomposición
aportarán, a largo plazo, gran cantidad de nutrientes a nuestras plantas
cultivadas, como el nitrógeno sintetizado por las bacterias nitrogenadoras de
las leguminosas empleadas.
Pensemos ya en los
acolchados: quizás convenga empezar a cubrir aquellos bancales que destapamos
en invierno para que recibieran algo de radiación solar adicional. Con el
incremento de las temperaturas se incrementa el nacimiento de las semillas de hierbas
presentes en la tierra de cultivo, por lo que la oscuridad que ofrece la sombra
de la paja u otros restos orgánicos que componen el acolchado impedirá la
germinación de las mismas y nos ahorrará trabajos posteriores de desherbado o
control de las adventicias. Naturalmente, excluiremos del acolchado los
bancales que destinemos a la siembra directa – zanahorias, judías, etc. –,
aunque siempre cabe acolcharlos con un dedo de mantillo o con compost muy
descompuesto que, además de mantener la humedad necesaria para la germinación,
hará de acumulador de la radiación solar – color negro – protegerá ligeramente la
tierra del frío nocturno e inhibirá el desarrollo de las hierbas adventicias.
En las zonas frías hay
que planificar las siembras y demás labores de cara a la nueva temporada. Conviene
empezar preparando los semilleros protegidos o de cama caliente, para tomates,
pimientos y berenjenas que, como solanáceas que son, requieren unas condiciones
más cálidas que otras plantas menos sensibles al frío, como las lechugas, las
escarolas o las coles.
De hecho, tanto en
semilleros protegidos como en plena tierra, en la mayoría de regiones podemos
realizar siembras de lechugas, zanahorias, coles, acelgas, remolachas rojas,
nabos, rabanitos o espinacas. En las zonas templadas y cálidas nos atreveremos
con las judías de mata baja o los calabacines. Sembraremos melones y sandías en
semilleros protegidos.
Trasplantaremos a plena
tierra – cuando calculemos que ya no habrá más heladas – tomateras, berenjenas,
pimientos, calabacines y calabazas. Los melones y las sandías los
trasplantaremos en abril o mayo.
Vigilaremos a menudo
los semilleros protegidos y los invernaderos; los días muy calurosos tendremos
que abrirlos y ventilarlos bien, y los días fríos y por las noches, será
conveniente cerrarlos e incluso cubrirlos con alguna protección especial (manta
vieja o estera), acordándonos de destaparlos en cuanto salga el sol.
Aprovecharemos los días
en la fase de luna llena (o periodo de luna descendente) para voltear los
montones de compost realizados durante el otoño o el invierno, pudiendo mejorar
su composición o textura, con adicción de cenizas o de cal, si se trata de una
tierra ácida, o con arena porosa (perlita, vermiculita) o fibras de coco, si es
una tierra arcillosa, compacta o muy pesada.
Fuente:
Agenda del huerto y el jardín ecológicos
Mariano
Bueno y Jesus Arnau
Editorial:
Integral
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